martes, 29 de enero de 2013

INTERVENCIÓN DE LA DRA. ALICIA MARÍA JUÁREZ BECERRIL



DRA. ALICIA MARÍA JUÁREZ BECERRIL
IIH-UNAM

(El siguiente texto se deriva del prólogo que la
misma catedrática escribió para el libro presentado)


Es para mi un gusto acompañar a Ramiro Gómez una vez más, en la presentación de otro libro, lo que significa que es un académico productivo y que por ende, nos invita a ser productivos a los demás que participamos en el presente evento académico. Agradezco sinceramente la invitación que recibí de parte de mi colega y amigo, quien fuera mi compañero del Seminario “Organización social y cosmovisiones indígenas” que imparte la Dra. Johanna Broda en el Posgrado -Maestría y Doctorado- en Historia y Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia durante los años de 2003 a 2009.
Poco a poco Ramiro Gómez ha ido consolidando un perfil académico en torno a los estudios de la religión, aportando reflexiones sugerentes para el análisis de la religión popular en nuestro país. Sus trabajos dedicados a las manifestaciones culturales, en especial de los grupos subalternos, evidencian un enfoque dinámico y objetivo que permite reflexionar sobre las prácticas religiosas de las sociedades actuales, tal es caso de su obra más reciente de edición internacional: Los santos indígenas: entes divinos populares bajo sospecha oficial (2012a), así como Los santos, mudos predicadores de otra historia (2009a), y otras publicaciones de igual envergadura. Entre ellas podemos mencionar algunos capítulos y artículos, tales como: “Utilidad teórica de un término problemático: la religiosidad popular” (2009b), “Santo señor don Diablo… ruega por nosotros. Resignificación del Diablo como personaje numinoso en un contexto indígena mexicano” (2009); “De Dioses perseguidos a Santos sospechosos. Procesos de reformulación simbólica en la religiosidad popular indígena mexicana” (2011), sin olvidarnos de su tesis de maestría (2004) y doctorado (2008). Todos estos textos nos ofrecen líneas de reflexiones sugerentes acerca las prácticas religiosas, su contexto, así como la manera original y creativa que las comunidades han sabido llevar a cabo para mantenerlas activas, a pesar de los embates de la modernidad y por supuesto, de los grupos dominantes.
El trabajo que ahora nos presenta nuestro autor, gira en torno a la muerte. Si bien esta temática tan compleja e interesante por estudiar, ya ha sido abordada por Ramiro Gómez en otras ocasiones en los escritos: “Relaciones sociales, identidad y cultura en la religiosidad indígena. Interacción social con los muertos entre los nahuas de la región del Balsas en el Estado de Guerrero” (2009b), “Los oficios de la vida y sus ecos en la muerte” (2011); y “El vivo al gozo y el muerto al pozo…donde seguirá gozando. Reflexión cultural en torno a la muerte en México como acontecimiento lleno de vida” (2012b), ahora toma un perfil distinto, más no alejado de la propuesta original, que toma en cuenta las manifestaciones culturales concretizadas en papel, azúcar, yeso o barro.
De esta forma, el tema de la muerte no está desligado de una concepción cultural que depende de la idea que cada sociedad se ha formado en torno a ella. Si bien biológicamente la muerte es el fin de la función de los órganos vitales, culturalmente existen diversas respuestas legítimas y verdaderas que escriben día a día las sociedades. Incluso existe una idea personal, concepción que parte de una época y un contexto histórico determinado, así como de una religión específica y/o experiencias personales. En este sentido es importante no generalizar la concepción en torno a la muerte, ni eludir las particularidades que hace cada grupo social de sus ritos funerarios. Basta con señalar prácticas culturales en torno a la muerte por parte de los pueblos mesoamericanos, actividades enraizadas, con el devenir de los años, en “el costumbre” conformado por la velación –exequias-, el entierro, los rezos, el novenario, el levantamiento de la cruz o de la sombra, y la celebración del cabo de año. Todos estos actos rituales tienen el propósito de encausar el alma del difunto para su descanso, pues en esos momentos, el cadáver no está situado ni como vivo, ni como muerto, es decir, está en un proceso liminal, una fase intermedia en un tiempo y espacio (Van Gennep, 2008).
Bien dicen que la ausencia, no supone el olvido, y el acto de tenerlos presentes se hace tangible en actos, comportamientos y ritos socializados. Uno de ellos es la colocación de las ofrendas a los difuntos el 1 y 2 de noviembre, en donde sobresale el ofrecimiento del olor y el color de los alimentos, de las flores o del copal. En “la venida de los muertos” existe un sistema de jerarquías, pues los “nuevos” –que tienen apenas un año de fallecimiento- no gozarán del aroma y la fragancia de los platillos, pues tan sólo se remiten a cargar lo de las otras almas (cfr. Avila, 2012). Igualmente el significado de una “muerte natural” (deceso provocado por la vejez o alguna enfermedad ordinaria) no es similar a una “muerte accidental”, ambas conllevan rituales mortuorios diferentes para encaminar las almas de los difuntos.
Si bien todos estos actos reflejan una solemnidad, en contraparte existen otras concepciones de la muerte en su expresión más variada. Esto no significa que sea una noción diferente, sino más bien es una concepción integral y holística que permite cierta flexibilidad de ver y acercarse a la muerte.
Por ejemplo, actualmente en algunas comunidades campesinas de tradición mesoamericana (Cfr. Báez y Rodríguez, 2008), los muertos forman parte de un grupo de entidades sagradas que controlan el orden del mundo y al mismo tiempo participan en las actividades sociales de los pueblos, en especial dentro del ciclo agrícola, cumpliendo funciones específicas primordiales, tales como mandar la lluvia, mover la nube y controlar el granizo. Resultan pioneras las investigaciones de Catharine Good (2001, 2004) en la región del Alto Balsas, en Guerrero, donde los muertos siguen estando presentes en los aspectos habituales y domésticos de la vida de los pobladores. Las “almitas” se conciben como “ligeras y veloces”, lo cual las hace movibles y que se encuentren en todas partes.
Los muertos, desde esta concepción, trabajan al igual que las personas vivas, sólo que ellos laboran en dos lugares: aquí entre los vivos y también en el lugar “donde andan”, espacio en donde interactúan con los diversos elementos de la naturaleza, tales como el viento, los manantiales, las nubes, los cerros, la tierra y la semilla. Asimismo se coordinan con “los Santos”, los “Dueños”, los “Señores”, los “Ahuaques”, las “Potencias”, las “Divinidades de la naturaleza” y los “Niñitos o angelitos” (cfr. Juárez Becerril, s.f.), entidades que coadyuvan a resolver los problemas cotidianos de las comunidades.
En este sentido, vale la pena hacernos el cuestionamiento del por qué los muertos tienen una relación tan estrecha con los humanos. Para Good, se debe a un pensamiento nahua de origen mesoamericano, sustentado en la idea de que “nosotros comemos la tierra y la tierra nos come a nosotros” (2004: 166), aludiendo a la deuda que nosotros tenemos que pagar para con la tierra por los mantenimientos –alimentos- recibidos en nuestra vida. Por lo tanto, podemos decir que los mexicanos –no alejados de otras culturas, en su sentido más amplio- vivimos la muerte de una forma polisémica: pues incluye una reciprocidad con los difuntos que crea obligación y participación; igualmente un duelo que conlleva todos los rituales funerarios; y al mismo tiempo, es motivo de ritos y celebraciones festivas. Se trata de un tema que integra dichas nociones en donde hablar de la vida implica hablar de la muerte y viceversa.
Este libro que ahora presentamos, titulado ¡Vida, no te mueras! La muerte en México a través de su artesanía festiva, se centra principalmente es este aspecto humorístico concretizado en decenas de imágenes de la catrina -en su expresión más variada de barro, azúcar o papel- asumiendo distintos roles -profesiones y oficios- que la humanidad ocupa, dejándonos claro una concepción cultural de que el más allá nunca está tan allá, sino continúa en la vida presente.
Para Ramiro Gómez se trata de “un recorrido visual” a través de la artesanía popular mexicana en relación a la muerte dentro del contexto de la celebración del día de muertos. Sin embargo, consideramos también que existe un recorrido literario, pues en una de las partes que componen el presente texto, se privilegia con la iconografía de ciertos códices relativos a los ritos funerarios, la poesía indígena y algunos datos etnográficos para contextualizar el tema de la muerte. Sin embargo, tomando esto como preámbulo, el cuerpo de su obra son realmente las imágenes en su conjunto.
Resultan hasta cierto punto divertido, ver a una catrina como teibolera –“en los purititos huesos”-; sexys cantantes voluptuosas; secretarias sobre las piernas de los jefes; colegialas universitarias; ebrios en las esquinas; y demás imágenes que denotan la contemporaneidad que vivimos. Interesantes son aquéllas que plasman por ejemplo, parejas de novios cadavéricos rumbo al altar; o aquella muerte que es ginecólogo y está en pleno labor de parto, o incluso la señora catrina embarazada, es decir imágenes de “muertes llenas de vida”. Concuerdo con nuestro autor en disfrutar cada una de las imágenes de la catrina, “con gozo estético y respeto intercultural”, puesto que “implica una forma de ver la vida y la muerte” cargados de “riqueza histórica y cultural inmensa”. De esta forma, este libro, nos invita de manera obligada a acercarnos precisamente a esas manos artesanales mexicanas, para conocer de primera mano qué expresan sus obras de arte popular, cultura material que exalta la identidad de una sociedad mexicana.
Esta colección de larga duración se ha nutrido de seis lugares diferentes. Mi recorrido visual, o más bien mi ociosidad y curiosidad detectaron que son 50 imágenes del Mercado de la Ciudadela; 46 del Mercado de la Industrial; 37 piezas del Mercado de Jamaica; 14 del mercado de muertos de la Panamericana; 6 del Mercado de la Pro-Hogar; y 4 del Tianguis Sabatino de San Ángel. Igualmente en estas imágenes de la muerte, nos queda claro que sí existe una distinción de género, si bien encontramos en esta particular colección 93 catrinas masculinas, existen 64 femeninas ataviadas con su pelo largo, su busto firme y ropa mujeril, todas ellas de apariencia joven, considerando la fortuna de morir hermosa y no viendo el ultraje de ser vieja. Y qué decir que la mayoría de éstas se encuentran en la sección de “diversión, entretenimiento, fiesta y picardía” así como “vida cotidiana”, en especial dentro de los ámbitos domésticos propios de su sexo. Existen otras secciones que clasificó nuestro autor, a partir de su material, como “artes y oficios”; “salud”; “religión”; “deportes”; y “revolucionarios”, en donde se hacen presentes, en su mayoría, las catrinas varoniles. Sabemos que esta colección irá creciendo y no pretendo, de ninguna manera inferir con mi estadística -propia de mi formación sociológica-, las futuras adquisiciones mortuorias, al contrario, invitamos a Ramiro Gómez a explorar más tianguis y mercados, haciendo un rico y nutrido repertorio de artesanías.
Así pues, hasta este punto, lanzamos la siguiente interrogante: ¿por qué hacer un recorrido visual?, ¿qué nos quiere mostrar nuestro autor con esta colección de 157 figuritas? Suponemos que la vivencia de la muerte, como habitante del mundo, vecina de los hombres, con cualidades y potencialidades diferentes, pero al fin y al cabo una entidad que tiene muchos disfraces, y que el ingenio mexicano se ha encargado de plasmar en la víspera los primeros días de noviembre.
Las ideas y creencias en torno a la muerte, situación percibida y nutrida culturalmente por parte de los vivos, como lo ejemplifica extraordinariamente este libro, experimenta cambios a lo largo de la historia y con el devenir de las sociedades, siendo un tema inagotable y con distintas ópticas por abordar. Sin duda, este volumen constituye una de esas ópticas para acercarnos al tema, de todas formas no podrá la muerte de mañana, quitarnos lo que hubiéramos escrito hoy sobre ella.


Referencias
Ávila Cortés, Luisa Gabriela

2012 “‘Cumplir con el difunto según el costumbre’: Las prácticas culturales de los rituales funerarios entre los nahuas de Xaltepec de la Sierra Negra de Puebla” , Tesis de Maestría en Antropología Social, IIA, UNAM, Mëxico.


Báez Lourdes y Rodríguez Catalina (coord.)

2008 Morir para vivir en Mesoamérica, Consejo Veracruzano de Arte Popular, INAH, México.


Gómez Arzapalo Dorantes, Ramiro

2004 Mayordomos, santos y rituales en Xalatlaco, estado de México, reproducción cultural en el contexto de la religiosidad popular, Tesis de Maestría en Historia y Etnohistoria, ENAH, México, 2004.
2008 Imágenes de santos en los pueblos de la región de Chalma. Mudos predicadores de otra historia. Tesis de Doctorado en Historia y Etnohistoria, ENAH, México, 2008.
2009a Los santos. Mudos predicadores de otra historia, Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, Xalapa.
2009b “Relaciones sociales, identidad y cultura en la religiosidad indígena. Interacción social con los muertos entre los nahuas de la región del Balsas en el Estado de Guerrero”, en Revista UIC –foro multidisciplinario de la Universidad Intercontinental, núm. 11, ene-mar 2009, pp. 46-51.
2011 “Los oficios de la vida y sus ecos en la muerte”, en Revista El Comején, Oaxaca, Segunda Época, num. 3, nov.-dic. 2011, pp. 18-20.
2012a Los santos indígenas: entes divinos populares bajo sospecha oficial. Religiosidad popular campesina en México y procesos sociales implícitos analizados desde la antropología, Editorial Académica Española (EAE), Berlín.
2012b “El vivo al gozo y el muerto al pozo…donde seguirá gozando. Reflexión cultural en torno a la muerte en México como acontecimiento lleno de vida” en Destiempos, Revista de curiosidad cultural, México, año 6, num. 34, ene.-feb. 2012, pp. 57-80.


Good Catherine,

2001 “El ritual y la reproducción de la cultura: ceremonias agrícolas, los muertos y la expresión estética entre los nahuas de Guerrero”, en Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos indígenas de México, Johanna Broda y Félix Báez – Jorge (coord.), FCE., CONACULTA, México, pp. 239 – 297
2004 “Trabajando juntos. Los vivos, los muertos, la tierra y el maíz” en Johanna Broda y Catharine Good (coord.), Historia y vida ceremonial en las comunidades mesoamericanas: los ritos agrícolas, INAH, UNAM, México, pp. 153-176.


Juárez Becerril, Alicia María

s.f. “De santos y divinidades de la naturaleza. La interacción de los especialistas meteorológicos con las entidades sagradas” en Los divinos entre los humanos: imágenes de santos en contextos culturales de ascendencia indígena, Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes (coord.), Editorial Edisai, México (en prensa).


Van Gennep, Arnold

2008 Los ritos de paso. Alianza editorial, España.








INTERVENCIÓN DEL AUTOR:


UNIVERSIDAD INTERCONTINENTAL
Lunes 28 de enero de 2013
Auditorio Santo Tomás de Aquino, 12:00 hrs.
 
La intención principal de este libro es llevar al lector a un recorrido visual a través de la artesanía popular mexicana en relación a la muerte, en el contexto de la celebración del día de muertos en noviembre. El breve texto que se presenta, servirá de preámbulo a dicho recorrido visual, pero advierto que el texto medular en sí, serán las propias imágenes en su conjunto. Sirvan pues, las siguientes líneas como un intento de justificar la selección de imágenes presentadas, y también para encausar la reflexión de lo que está detrás de ellas, en un sentido profundo, cruzando el umbral de la superficialidad.
Invito al lector a sumergirse en estas imágenes, con gozo estético y respeto intercultural, pues lejos de ser meras curiosidades o rarezas exóticas, implican también una forma de ver la vida y la muerte, que conlleva una riqueza histórica y cultural inmensa. La vida extendida hasta los confines de la muerte, o una muerte que se niega a erradicar la vida, en todo caso son expresiones plásticas de una muerte llena de vida, y recordando el refrán: El vivo al gozo y el muerto al pozo, se puede percibir una realidad social donde el vivo goza, y el muerto -aunque se vaya al pozo- sigue gozando en el más allá de las delicias del más acá.
La forma de asumir este acontecimiento de la muerte específicamente en México contemporáneo es –sin lugar a dudas- festiva. Basta recorrer alguno de los innumerables tianguis que con ocasión de día de muertos pululan por barrios y colonias, para descubrir que ese espíritu festivo se reviste además de los calificativos: despreocupado, irreverente, retador, desfachatado, colorido, sabroso, íntimo y familiar.
Llaman poderosamente la atención las escenas que con mano maestra plasman los artesanos en figuras de barro, azúcar o papel. Se trata de un reflejo pleno de la vida más allá de la vida, la muerte como proyección de la vida, una muerte no estática sino activa, plagada de variedad y posibilidades de acción, en resumen: una muerte llena de vida. Una concepción cultural de la muerte, que ve a ésta como un cambio de status existencial, pero que al fin y al cabo implica la concepción de una línea de continuidad de la existencia mundana y la del más allá, articuladas de tal manera, que ese más allá nunca deja las referencias a esta vida presente.
En estas figuras puede uno encontrar prácticamente todo lo que se hace como humano representado por esqueletos, o bien, por cuerpos carnados con la cabeza descarnada. Todos los oficios están allí: zapatero, barrendero, bombero, voceador, carnicero, herrero, carpintero, cocinero, etc. Y no solamente los oficios, sino también los vicios: fumadores, borrachos, jugadores de maquinitas, prostitutas, drogos, etc.
Si estas imágenes nos cautivan y nos generan empatía es porque nos vemos reflejados en ellas en las actividades cotidianas y en el continuo vaivén de la vida y sus innumerables actividades. Como objetivación de la conciencia abstracta, estas figuras nos hablan de un ser humano que amortigua el golpe del final y la extinción, con una prolongación de la vida conocida y disfrutada hacia los confines de lo venidero en el ámbito del misterio.